11 marzo 2014

Sobre la Felicidad. "El sentido de la infelicidad"

Zipaquirá, Colombia. Diciembre, 2013
Hace unos pocos días escribí en mi Twitter, reenviado automático al muro de mi FB esto:

"¿Tenemos la 'obligación' de ser felices? ¿Y la de ser optimistas? ¿Positivos? ¿Un rato cada día? ¿Dos días a la semana? ¿Siempre?"

Hubo algún que otro comentarios tremendamente interesantes en todos los sentidos. Y con los que estoy de acuerdo. Con todos.

Y hubo algo emocionante. Mi amiga Patricia Gutierrez Fraire, al hilo de mi post, me ha enviado un texto de su propia producción que me ha encantado por su excepcional redacción y claridad. Y porque las ideas contenidas en él me atraen tremendamente. Por supuesto que con su permiso, lo reproduzco a continuación:

"El sentido de la infelicidad

Me han dicho que sentirse infeliz es un mal que hay que curarse y quitarse de encima. La infelicidad como algo que limita, incapacita, molesta. Es indeseable, estorbosa, un mal de nuestros tiempos, que antes la gente era feliz. La infelicidad parece un estado que viene a la vida para joderla, entorpecerla. La infelicidad es una discapacidad, se debe huir de ella, estar prevenido para enfrentarla, debes conseguirte un “couch” y te entrene a quitar de encima la fregadera "esa" llamada infelicidad. Y ahí están todos los guardianes de la felicidad eterna: no estés triste, ay! quita esa cara, ya se te pasará, lo siento por ti, échale ganas ya saldrás de esta, ni te le acerques está de malas. Dan por sentado que se debe salir de ahí, que priva, daña, calcina, contagia, paraliza. ¡Y joder! terminas por aceptar estas creencias. Entonces ya ni si quiera se vuelve disfrutable. El ocio consabido pegado a ella en el que te dedicas a pensar, se escapa. El recuento de lo que se extraña, el sabor del recuerdo, las lágrimas, las canciones que te acompañan en esos ratos, las charlas filosóficas, lo que produces junto con ella, las nuevas ideas, la renovada fuerza. Entonces huir de ella, sí que te jode. Olvidamos lo intenso que puede ser sumergirse en la infelicidad y navegar en oscuros pasajes, reconocer las grietas que duelen, mirar los rastros que han dejado otros, tocar y acariciar la melancolía, dar un beso a los sueños no logrados, catar la infancia. El derecho a la infelicidad parece no proclamarse, pero debería. Tener derecho a los lamentos, a tirarse al suelo, llorar, apedrear la casa propia, escupir verdades.

Hoy - no voy a cambiar- voy a dejar los trates sucios, la cama destendida, los libros regados, el pelo desarreglado, los dientes sucios, la ropa arrugada. Hoy le daré la bienvenida a la infelicidad, seré su anfitrión, compartiremos el silencio, la soledad, los latigazos del pasado, la agonía del futuro. Brindaremos por "el mundo de lo que hubiera sido", y caminaremos en él, daremos palmadas a personajes de entonces, recibiremos los premios y regalos merecidos, veremos los álbumes de lo viajes que hubieran sido, las profesiones que hubiéramos desempeñado, la gente que hubiéramos conocido. ¡Ahhh! ya me lo estoy deleitando, estar ahí, simplemente estar ahí.

Si después de leer esto, ha causado en usted alguna molestia, desacuerdo, y no lo hizo del todo feliz, está usted en todo su derecho."

A mí, querida Patricia, no me has causado ninguna molestia, ni desacuerdo. Más bien al contrario me has hecho inmensamente feliz durante los minutos en que he leido tu texto. Con calma. Saboreándolo palabra a palabra. Reivindicando mi derecho a no ser del todo feliz.

¡Gracias!!!

Josep

2 comentarios:

  1. Javier Centol11/3/14 22:13

    También soy feliz en mi infelicidad.
    Es el llamado déjame en paz. Ahora se entiende mejor no?...

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  2. Sinceramente un texto sumamente atinado, mirando de forma critica todos los aspectos convencionales que nos indicarían un qué y cómo comportamos ante ciertas circunstancias y con ello dejar de lado lo que realmente nos pasa y por lo tanto no poder regocijarnos en ello.

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"What is Matter? Never Mind! What is Mind? No Matter!"

Calambur citado en Toulmin, Stephen (1990), Cosmópolis. Els transfondo de la modernidad. Barcelona: Península. Pág. 207.

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