Calle del Obispo. La Habana, Cuba. Diciembre 2013 |
"¡Qué hermosa era la información del tiempo de la verdad! ¡Qué hermosa era la ciencia del tiempo de lo real! ¡Qué hermosa era la objetividad del tiempo del objeto! ¡Qué hermosa era la alienación del tiempo del sujeto!"
(Baudrillard, Jean (1983). Las estrategias fatales. Barcelona: Anagrama. Pág. 94).
La cita del filósofo francés con que encabezo este escrito no deja de dar vueltas estos últimos días por las teclas de mi computadora.
Hay en sus palabras una cierta añoranza -con su adobo de ironía- por los antiguos tiempos de la verdad, la realidad, el objeto y... también el sujeto. Pero obsérvese cómo Baudrillard liga verdad con información; realidad con ciencia; objeto con objetividad y... sujeto con alienación.
Hasta no hace mucho daba valor y sentido al concepto de subjetividad como siendo el proceso de convertirse en sujeto. Poco más y poco menos. O sea, que ni siquiera he considerado nunca a ese concepto como representativo de ese supuesto que hay en nuestro interior (lo subjetivo) que nos hace diferentes a los demás; que nos permite ver el mundo a nuestra manera, desde nuestro único, exclusivo y respetable punto de vista. Respeto que exigimos siempre a nuestra individualidad.
La reflexión sobre la cita de Baudrillard me lleva a aventurar una afirmación más allá de la individualidad y de la subjetividad: el sujeto es, por definición, un ente alienado.
Subjetivarse es aislarse. Y no hay nada más alienante que el aislamiento. Aislamiento -que no soledad- que nos exilia a un mundo inventado -no evocado- de representaciones mentales, inconscientes más o menos colectivos, sabidurías interiores.
Como hace poco me recordaba una buena amiga, ser sujeto es también estar sujeto. ¿Sujeto a qué? A esas supuestas sabidurías inventadas, que no evocadas ni construidas.
Alienación en estado puro...
Toda la razón y aqui un ejemplo:
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=DpxHC6mN18s