("Canto árbol" en mi estudio, 28/03/2012)
No hay mejor homenaje a los libros en el Día del Libro que
releer el libro escrito por un amigo.
Luis Felipe González (Bogotá, Colombia, 1975) me regaló hace
poco su obra de poesía “Canto árbol” (2011, Bogotá: Común Presencia Editores). El
autor es psicólogo, escritor y poeta. Aunque nos conocemos hace poco, el que
esto suscribe ya considera a Luis Felipe uno de sus mejores amigos, sea la
amistad lo que sea…
Y también el que esto suscribe no es crítico literario, ni
especialista en literatura o poesía, ni nada de eso. Simplemente me gusta leer.
Y hoy quiero hacer un homenaje a mi amigo hablando de su libro, de su
construcción seguramente íntima –que no individual ni oculta- que decide
compartir cuando la edita y publica.
El libro es breve, 58 páginas. Y bello. La muy cuidada edición
está bellísimamente ilustrada por el pintor Edilberto Sierra (Bogotá, 1956). Una joya hecha de
papel, palabras y emociones.
Con Luis Felipe –a pesar de la brevedad de nuestra relación
hasta ahora- he compartido intensas charlas, cigarritos, algún que otro
tequila, paseos, algún baile y confidencias. También hemos trabajado juntos. Y más
que lo haremos. Todo; no sólo trabajar…
Y un poco me sorprendió al leer por primera vez sus poemas
esa especie de tristeza (¿o nostalgia?) que todos parecen rezumar. Pero luego
lo entendí todo. No es tristeza, no es nostalgia; es pasión. Pasión por una
vida que transcurre y discurre y que no sabemos a dónde nos lleva. Lo que sí
sabemos es que sin pasión no hay vida. Y con esa enseñanza de mi amigo me
quedo, además de con la hermosura de sus palabras.
No voy a copiar cada una de sus poesías, ni mucho menos. Pero
sí quiero citar algún que otro trocito; trocitos de vida apasionada que
comparte con sus lectores y hoy comparto aquí.
Tras dos enigmáticas –y bellísimas; insisto- ilustraciones
de Sierra, el primer capítulo –“Diálogo de ramas”- no se anda por las ramas y
su primera poesía –“Confesión”- ya aborda directamente a la pasión:
“Mira que estas manos
ahora rojas de rencor
por la distancia
rasgan vestidos,
clavan cuchillos,
juegan al horror
de los paridos,
imitan el canto de los cuervos,
sacan los ojos,
gimen el deseo,
arrancan de su cuerpo
las raíces del miedo.”
Corporalidad pasional y acción apasionada que anuncian ya el
contenido del resto del libro. Arraigado en el mundo que Luis Felipe construye
y comparte con palabras –“Mano fuerza en sus ojos tierra” (“Introspección”).
Corporalidad mojada –como no puede ser de otra manera- de un
fino erotismo, para nada vulgar, que seduce y que excita ("Espejismo"):
“…
Y las piernas derretidas,
sueñan, se aletean,
disparan sus ritmos
cardíacos, los soles
de distancia anclados a esos
cuerpos que alguna vez soñaron
la resurrección,
el juicio final
y la fuga en la ópera.”
“Fusiones”, “Fragor”,
“Ceremonia”, “Construcciones”, “Mujer texto”,… Y “De aceras para dentro”; el
segundo capítulo. “Precisiones”, “Interrogatorio”, “Cercanía”, “Sentido inverso”:
“Solo esta voz que nos mira
entre dientes o cuerpos amordazados.
Ríe del ritmo rito o del abrazo.
¿Esperpento? Otro absurdo
como los dedos
o los brazos
o las cientos de espaldas
que gritan un descanso,
la vuelta,
la sola condición
de mito
o cadena
o escena
trasnochada.”
“Conquista”, “Puerta de atrás”, “Inventario”,… Y… “Minuto en
fracción”:
“…
Fémina hora recogida
y puesta en remojo
por sus palabras concretas
devastadas,
frías palabras las rotas
fuentes de mi brazo
ya abrigado en cantar
sonrisas ajenas
y podridas.”
Pasión…
¡Gracias, Luis Felipe!!!
Es una excelente crítica, que me motiva a sentir la palabra como una piel que te cubre... que te rehace y domina.... Gracias
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