26 diciembre 2011

Parole, parole, parole... Palabrismo




Al hilo de un debate con mis compañeras/os del Grupo de Psicología de la UOC, se me ocurre compartir aquí las siguientes palabras:

Lo que pasa con las palabras (sic) es muy curioso. Borges, Gergen y -entre otras/os- el etnógrafo Stephen A. Tyler (disculpad que no referencie ahora las citas exactas) nos recuerdan que cuando acudimos al diccionario para averiguar el significado de una palabra, siempre se nos remite a otras palabras,... hasta el infinito. Es decir, mediante la etimología nunca llegamos al significado "real" de las cosas o de las propias palabras. Entonces, ¿estas tendrían un significado más allá de las palabras y las propias cosas, una esencia en el sentido platónico del mundo de las ideas? ¿O son reales porque percibimos su existencia a través de los sentidos?

Este tipo de reflexiones nos pueden llevar a un nihilismo sobre cuyas consecuencias Javier nos ha regalado alguna reflexión más que interesante. Me pregunto (creo que comparto duda con Javier): ¿y qué pasa si la esencia de todo es el nihilismo, es decir, si no hay nada detrás de lo que creemos que es la realidad? O, ¿qué tiene de "malo" considerar que las palabras y los símbolos son la propia realidad y no hay nada más allá de ellas?

Con este tipo de cuestionamientos estamos abriendo alternativas al dualismo judeocristiano y cartesiano racionalismo/empirismo. Y ese es uno de los objetivos, precisamente, del construccionismo social: abrir alternativas a lo establecido, incluyendo al propio construccionismo social.

Esto que puede parecer mera especulación filosófica tiene, sin embargo, consecuencias tremendas en su aplicación práctica a, por ejemplo, la terapìa, la intervención psicosocial o la investigación. Si cambiamos nuestro punto de vista y consideramos que las personas -en cualquiera de los ámbitos que propongo- a) cuando nos explican algo lo que dicen no tiene significado (nihilismo) o b) lo que dicen es la realidad por sí misma sin referenciarla al saber de la razón o de la experiencia (palabrismo, por decirlo así), entonces estamos abriendo alternativas a las orientaciones tradicionales de la intervención psicológica.

Pero ¿cuáles son las consecuencias de estas alternativas? En el caso "a", curiosamente, nos tendríamos que aliar con esas orientaciones tradicionales porque ante el nihilismo epistemológico sólo cabe presentar el saber y la experiencia del experto; construido a su vez sobre la nada, sí, pero saber al fin. O sea, si aceptamos un punto de vista nihilista, todo saber experto es una mentira no construida socialmente sino directamente inventada. Pero una mentira "útil". En el caso "b", sin embargo, tendríamos una realidad en que basarnos: las palabras, que, a su vez, construyen la realidad. Así, consultor y consultante se entienden mediante el diálogo, creando nuevas formas de práctica colaborativa orientada a generar alternativas al conflicto "mental", "social" o de "investigación".

¿He citado la filosofía? Sí, un poco más arriba. Bueno, pues dos filósofos contemporáneos que entiendo que influyen bastante en el socioconstruccionismo, Gilles Deleuze y Félix Guattari, comentan que el objeto de la filosofía no es especular a secas, sino "Crear conceptos siempre nuevos" (esta vez sí que referencio, que tengo el libro a mano, 1991, pág. 19). Y también comentan que "... cada concepto remite a otros conceptos, no sólo en su historia, sino en su devenir o en sus conexiones actuales". Y "... los conceptos se extienden hasta el infinito y, como están creados, nunca se crean a partir de la nada" (id., pág. 35).

Quizá la esencia de las palabras sea eso, crear conceptos. Especulativos, epistemólogicos, prácticos, loquesea...

Palabras de amor sencillas y tiernas como las que más o menos cantaba Serrat hace ya unos años. O juegos de palabras como los del chiste un poco viejo del señor que va al médico y le dice: "Doctor, me encuentro mal". Y el otro le contesta: "Pues búsquese bien". Palabras construyendo poesía y humor en un mundo relacional -el de la intervención psicológica; pero también en general- en el que loquehayquehacer y lamalaleche campan a sus anchas. En una terapia hay métodos, técnicas, esquemas mentales y cosas así que dictan al terapeuta lo que ha de hacer. Y lo mismo en la intervención comunitaria o en la investigación. La/el psicóloga/o es como un niño y constantemente recibe instrucciones y órdenes sobre cómo hay que hacer las cosas. Esto me pone un poco de mala leche... Vuelvo a Serrat: "Niño, deja ya de joder con la pelota// Niño, que eso no se dice, que eso no se hace, que eso no se toca"...

Pues bueno, algunas/os jodemos con la pelota, decimos, hacemos y tocamos lo que otras/os no; lo que nos da la gana. Porque, como con las palabras y los conceptos, no hay nada sagrado. No hay nada que no se pueda decir, hacer, tocar...

Referencia: Deleuze, Gilles y Guattari, Félix (1991), ¿Qué es la filosofía? Barcelona: Anagrama.


2 comentarios:

  1. J.M. Serlavós26/12/11 14:06

    Bueno, no hace mucho me ví metido de lleno en un jardín por dudar del uso de la parabra "enfermedad" referida a la "depresión". Parece que no estamos muy dispuestos en un principio a dudar sobre lo que durante toda la vida se ha considerado fijo, sólido e inamobible en lo que se refiere al mundo que nos rodea. Personalmente a veces me da vértigo, pero no creo que sea malo :)
    Siga usted jodiendo con la pelota por muchos años!

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  2. Pues muchas gracias por los ánimos, J.M.!!! Seguiremos jodiendo... ;)

    Sí, en muchos entornos es bastante complicado dialogar en base a alternativas a lo "fijo, sólido e inamovible". El que esto escribe está acostumbrado a meterse en jardines y berenjenales... Y lo sigue haciendo cada vez más. De hecho, si no pasa nada, Socioconstruccionismo participará próximamente y públicamente en algunos espacios en los que pondrá en duda etiquetas como "enfermedad" especialmente en lo a lo "mental" se refiere. El caso de la depresión es esepcialmente interesante...

    ¡Saludos!!!

    Josep

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"What is Matter? Never Mind! What is Mind? No Matter!"

Calambur citado en Toulmin, Stephen (1990), Cosmópolis. Els transfondo de la modernidad. Barcelona: Península. Pág. 207.

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