No estoy muy inspirado
últimamente. Pero eso no es óbice para dejar de escribir. Así que lo sigo
haciendo, aunque sea brevemente.
Acabo de tener una conversación
con mi amigo el filósofo Sergio Pascual en la que se ha hecho presente mi
afirmación de que “la psicología es filosofía”. En plan más académico e
institucional, afirmo que “la psicología sigue siendo una rama de la filosofía”.
A pesar -con un sincero homenaje- de Wilhelm Wunt (filósofo y fisiólogo
considerado el padre de la “psicología científica”)- la psicología no se ha
desligado de la filosofía. Ni debería de hacerlo.
¿Cómo puedo atreverme a hacer
esta afirmación tan a-científica cuando (casi)todo el mundo está tan empeñado
con(*) eso, con la cientificidad de la psicología basada en la evidencia? ¿Es
esta mi manera de ganar amistades entre colegas con los mismos estudios y
profesión que yo? ¡Vaya metedura de pata!!!
O no.
Supongo que tiene bastante
sentido decir que la psicología es una invitación a la reflexión sobre uno
mismo y su entorno. También en su vertiente investigativa, que en la actualidad
-con un sincero homenaje a Burrhus F. Skinner y todos los conductistas- no
sería tanto el estudio de la conducta humana como el establecer un diálogo
reflexivo con el objeto de investigación; nosotras y nosotros mismos. No
digamos en sus vertientes terapéutica, educativa, del trabajo y las
organizaciones, social, de la práctica comunitaria,… Y… ¿cuál es objetivo de la
filosofía si no, precisamente, la reflexión dialógica? Seguramente en un plano
más elucubrativo en un primer paso y conceptual en un segundo. Pero, dicho así
muy brevemente, los objetivos son comunes.
La psicología es como la
aplicación práctica de la filosofía. De ahí mi también afirmación de que es “la
filosofía del cuidado colectivo”. Y si esto fuera así, entonces estaríamos
entrando en el terreno de la política, con lo que abrimos un campo de
posibilidades inmenso a nuestra querida “disciplina” tan en decadencia y
desorientada en los tiempos que corren.
Filosofía y política: psicología
con sentido y acción. Psicología liberada de la tiranía de las reglas científicas
y las evidencias estadísticas. Psicología que no está empeñada(*) con las
estructuras de poder dominantes según las cuales los expertos decidimos y
decimos a los demás lo que es normal, bueno y justo. Psicología del ser humano
colectivo, de esa colectividad que ha construido incontables recursos (más que
neuronas tenemos en la cabeza y genes en el ADN o donde sea)
narrativo-históricos. O sea, culturales. Recursos que, a veces, no se
encuentran. Y ese es el desencuentro que lleva a algunas personas
-organizaciones, comunidades, grupos, familias, parejas,…- a perder el sentido,
la intención y -por tanto la acción de sus vidas. En definitiva, han perdido la
palabra: Mejor dicho, se la han robado…
Ante esto, ¿qué podemos hacer los
psicólogos? Dejo la pregunta en el aire…
(*) Obsérvese que digo empeñado “con”.
La fórmula lingüística correcta sería “en”. Pero no; la mayoría (no todos) de
los psicólogos y psicólogas están empeñados con la ciencia y la evidencia. O
sea, según el diccionario WordReference, están pignorados, hipotecados,
prestados, cedidos, endeudados, entrampados, arruinados, … con ellas, con
asuntos -en fin- que no son de su incumbencia, si no más bien de la de
biólogos, neurólogos, y otros científicos naturales.
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