Foto: Producción propia. Mérida, Yucatán, México. Marzo, 2012 |
Hace muy pocos días alguien me preguntaba: “¿entonces no
existe ninguna Verdad?”.
Mi respuesta fue inmediata y tajante: “no”.
En bastantes ocasiones veo algunas interpretaciones sobre el
relativismo inherente al construccionismo social que me alertan un poco y me
exigen explicar y argumentar un poco también.
Adoptar un punto de vista relativista implica, sí, que no
existe la Verdad absolutista. Pero eso no quiere decir que no existan verdades
locales. Y estas lo son por acuerdos relacionales y dialógicos. Y, al mismo
tiempo, no tienen que ver con su moralidad. Dicho crudamente: lo que para la
cultura central occidental es malo, puede que no lo sea tanto para otras… Y
viceversa.
¿Quiere esto decir que todo vale? No. En un sentido
utilitarista (y la moral, llevada a su extremo conceptual, ontológico y
epistemológico, o es útil o no es) valen las verdades sociohistóricamente
construidas, situadas y acordadas. La realidad no es Verdad ni Mentira; es lo
que queremos que sea. Lo que queremos como sociedad; como personas en sociedad.
No como individuos, ya que este concepto (el de individuo) no parece muy real
en el contexto de la postmodernidad.
Diferentes culturas, diversos entornos sociales tienen “sus”
verdades; verdades que les son útiles en un lugar y momento dado. Así, ninguna
Verdad sociocultural es superior a las demás; tampoco la nuestra.
Insisto, esto no quiere decir que todo vale. Y aquí que cada
cual interprete el “todo” (o el “algo”) como quiera. Del mismo modo que me
parece fenomenal (el que esto escribe lo hace) sorprenderse y, a veces, maravillarse
con artefactos sociales de otras culturas, aunque resulte prácticamente
imposible adoptarlos así, casi sin más.
En resumen: no existe la Verdad; existen las verdades. Y
estas –lógicamente- son mucho más verdad que la Verdad.
¡Saludos!!!
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