(Foto: producción propia. Deriva urbana. Valencia, marzo 2011) |
...al carnaval dialógico, al de la heteroglosia en acción!
"Todos estos ritos y espectáculos organizados a
la manera cómica, presentaban una diferencia notable, una diferencia de
principio, podríamos decir, con las formas del culto y las ceremonias oficiales
serias de la Iglesia o del Estado feudal. Ofrecían una visión del mundo, del
hombre y de las relaciones humanas totalmente diferente, deliberadamente
no-oficial, exterior a la Iglesia y al Estado; parecían haber construido, al
lado del mundo oficial, un segundo mundo y una segunda vida a la que los
hombres de la Edad Media pertenecían en una proporción mayor o menor y en la
que vivían en fechas determinadas." (Bakhtin, 1965/2001, pág. 5)
Lo fenomenal ahora es que el carnaval y sus derivados -la mascarada, la
comedia de enredo callejera ("the farcical street comedy",
Bakhtin, 1929, pág. 156) no es un mundo aparte del oficial que se vive en
determinadas fechas. Lo sensacional es que ahora la mascarada y la comedia de
enredo abastan todo el mundo de la vida ciudadana. De la, digamos, material y
también de la global. La ciudad, como contendor de lo institucional, lo
comunitario y lo artístico; de los lugares, espacios, no-espacios y espacios abandonados,
es el escenario por propio derecho de lo carnavalístico y de lo carnavalesco.
Lo carnavalístico, lo
carnavalizado, se inserta en la trama vital dialógica, como "cambios abruptos del destino, las mistificaciones, y así sucesivamente (...); la vida cotidiana se dibuja en la acción carnavalizada de la trama, lo común y constante se combina con lo sensacional y cambiante." (Bakhtin, 1929, pág. 158). Sin duda, el carnaval ciudadano tiene su cara
trágica; pero sus protagonistas somos fundamentalmente payasos, actores
cómicos, portadores de máscaras de la risa. Es, más bien, tragicómico, pues los
dualismos ya no existen. Los personajes y los sitios que aparecen y
desaparecen en la postmodernidad no son símbolos, no son referencias; son "nosotros mismos" en el carnaval identitario. No en un mundo esencialmente
monádico a lo Spinoza, sino esencialmente heterogéneo, quiero decir,
socialmente heterogenético.
Quieran o no (y en el párrafo siguiente me explico mejor), el carnaval
mundial -global- excluye necesariamente los dogmatismos, los absolutismos y los
estereotipos. Y los excluye porque estos pretenden parar los tiempos y los
espacios. El carnaval no. No hay un principio y un final. Todo son principios
(¿qué otra cosa puede ser "todo" si ya no existe el tiempo ni el
espacio de la Identidad?), inicios, nacimientos y renacimientos de la gente que
pasa, de las ciudades que pasan. El mundo sólo "es" en el futuro.
Pero no en el futuro espacio-temporal, sino en un futuro que nos inventamos a
cada momento, ya que "Todo requiere cambio y renacimiento. Todo se muestra en un momento de transición sin finalizar." (Bakhtin, 1929, pág.
167). La transición dialógica,
heteroglósica y polifónica es a lo único (NOTA AL PIE: no sé muy bien cómo,
pero lo intuyo) a que podemos asirnos: al proceso, como he dicho ya en algún
otro sitio.
Lo tragicómico es muchas veces cruel, pero enormemente divertido las
más. La ciudad ya no es espacio de acción -intervención-, sino de interacción.
¿Qué sentido, sino, tienen las máscaras, las comedias, las payasadas y los
juegos malabares? Desde luego, no hay lugar para la soledad, pero tampoco para
el aislamiento. La utterance entre el Self y el Other lo
impiden. La locura medieval, el individualismo romántico y el racionalismo
moderno ya no tienen lugar en la ciudad postmoderna contemporánea. Ahora
"todo" es una amalgama lovecraftiana -pero sin terror, si es posible-
de olores, flujos y reflujos, espacios, imágenes, idiomas, sabores, tiempos,
salivas, chistes, idas y venidas, ilocuciones y perlocuciones, en la que
"todo" es posible. La magia ya no existe porque se ha materializado
en el carnaval total.
¿Quiere esto decir que "todo" vale? No, ni mucho menos. Dije
que explicaría mejor lo del "quieran o no". Ellos, los que
"quieran o no", son los dogmáticos, los absolutistas y los
estereotipificantes. Desgraciadamente -aunque son menos referentes que lo
no-referente- también están en el carnaval. Pero lo suyo no es carnavalístico,
sino carnavalesco. No es divertido. Ni siquiera tragicómico. Es cruel y
lamentablemente grotesco. Esa es la palabra justa, grotesco.
Referencias bibliográficas:
Bakhtin, Mikhail M.
(1929/1984): Problems of Dostoevsky's
poetics. University of Minnesota Press. Minneapolis.
Bakhtin, Mikhail M. (1965/2001): La cultura popular en la Edad Media y en el
Renacimiento. El contexto de Francois Rabelais.
Marxists Internet Archive.
las máscaras no performan? quizás si que ofrecen la posibilidad de ser no permanente, pero me da que también condicionan aquello que puede ser hecho o dicho desde ellas
ResponderEliminarPor otro lado el momento es el momento, parafraseando al personaje gallego de Airbag, pero nos gusta pensar que existe la continuidad, aunque por si no fuera los dogmatismos nos ofrecen una manera de mirar que la asegura
Por supuesto que las máscaras performan, Mone! Seguramente son la performación en sí. O sea, y como todo es performación, detrás de las máscaras no hay nada. La máscara es la realidad. Aunque sí, probablemente necesitamos de dogmas y estereotipos como referencias. Más que nada para que las máscaras -o sea, nosotras y nosotros- sigamos siendo -o así lo creemos- reales.
ResponderEliminar;)