05 mayo 2012

¡Bienvenidos al carnaval...


(Foto: producción propia. Deriva urbana. Valencia, marzo 2011)

...al carnaval dialógico, al de la heteroglosia en acción!

"Todos estos ritos y espectáculos organizados a la manera cómica, presentaban una diferencia notable, una diferencia de principio, podríamos decir, con las formas del culto y las ceremonias oficiales serias de la Iglesia o del Estado feudal. Ofrecían una visión del mundo, del hombre y de las relaciones humanas totalmente diferente, deliberadamente no-oficial, exterior a la Iglesia y al Estado; parecían haber construido, al lado del mundo oficial, un segundo mundo y una segunda vida a la que los hombres de la Edad Media pertenecían en una proporción mayor o menor y en la que vivían en fechas determinadas." (Bakhtin, 1965/2001, pág. 5)

Lo fenomenal ahora es que el carnaval y sus derivados -la mascarada, la comedia de enredo callejera ("the farcical street comedy", Bakhtin, 1929, pág. 156) no es un mundo aparte del oficial que se vive en determinadas fechas. Lo sensacional es que ahora la mascarada y la comedia de enredo abastan todo el mundo de la vida ciudadana. De la, digamos, material y también de la global. La ciudad, como contendor de lo institucional, lo comunitario y lo artístico; de los lugares, espacios, no-espacios y espacios abandonados, es el escenario por propio derecho de lo carnavalístico y de lo carnavalesco.

Lo carnavalístico, lo carnavalizado, se inserta en la trama vital dialógica, como "cambios abruptos del destino, las mistificaciones, y así sucesivamente (...); la vida cotidiana se dibuja en la acción carnavalizada de la trama, lo común y constante se combina con lo sensacional y cambiante." (Bakhtin, 1929, pág. 158). Sin duda, el carnaval ciudadano tiene su cara trágica; pero sus protagonistas somos fundamentalmente payasos, actores cómicos, portadores de máscaras de la risa. Es, más bien, tragicómico, pues los dualismos ya no existen. Los personajes y los sitios que aparecen y desaparecen en la postmodernidad no son símbolos, no son referencias; son "nosotros mismos" en el carnaval identitario. No en un mundo esencialmente monádico a lo Spinoza, sino esencialmente heterogéneo, quiero decir, socialmente heterogenético.

Quieran o no (y en el párrafo siguiente me explico mejor), el carnaval mundial -global- excluye necesariamente los dogmatismos, los absolutismos y los estereotipos. Y los excluye porque estos pretenden parar los tiempos y los espacios. El carnaval no. No hay un principio y un final. Todo son principios (¿qué otra cosa puede ser "todo" si ya no existe el tiempo ni el espacio de la Identidad?), inicios, nacimientos y renacimientos de la gente que pasa, de las ciudades que pasan. El mundo sólo "es" en el futuro. Pero no en el futuro espacio-temporal, sino en un futuro que nos inventamos a cada momento, ya que "Todo requiere cambio y  renacimiento. Todo se muestra en un momento de transición sin finalizar." (Bakhtin, 1929, pág. 167). La transición dialógica, heteroglósica y polifónica es a lo único (NOTA AL PIE: no sé muy bien cómo, pero lo intuyo) a que podemos asirnos: al proceso, como he dicho ya en algún otro sitio.

Lo tragicómico es muchas veces cruel, pero enormemente divertido las más. La ciudad ya no es espacio de acción -intervención-, sino de interacción. ¿Qué sentido, sino, tienen las máscaras, las comedias, las payasadas y los juegos malabares? Desde luego, no hay lugar para la soledad, pero tampoco para el aislamiento. La utterance entre el Self y el Other lo impiden. La locura medieval, el individualismo romántico y el racionalismo moderno ya no tienen lugar en la ciudad postmoderna contemporánea. Ahora "todo" es una amalgama lovecraftiana -pero sin terror, si es posible- de olores, flujos y reflujos, espacios, imágenes, idiomas, sabores, tiempos, salivas, chistes, idas y venidas, ilocuciones y perlocuciones, en la que "todo" es posible. La magia ya no existe porque se ha materializado en el carnaval total.

¿Quiere esto decir que "todo" vale? No, ni mucho menos. Dije que explicaría mejor lo del "quieran o no". Ellos, los que "quieran o no", son los dogmáticos, los absolutistas y los estereotipificantes. Desgraciadamente -aunque son menos referentes que lo no-referente- también están en el carnaval. Pero lo suyo no es carnavalístico, sino carnavalesco. No es divertido. Ni siquiera tragicómico. Es cruel y lamentablemente grotesco. Esa es la palabra justa, grotesco.

Referencias bibliográficas:
Bakhtin, Mikhail M. (1929/1984): Problems of Dostoevsky's poetics. University of Minnesota Press. Minneapolis.
Bakhtin, Mikhail M. (1965/2001): La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de Francois Rabelais. Marxists Internet Archive. 


2 comentarios:

  1. las máscaras no performan? quizás si que ofrecen la posibilidad de ser no permanente, pero me da que también condicionan aquello que puede ser hecho o dicho desde ellas
    Por otro lado el momento es el momento, parafraseando al personaje gallego de Airbag, pero nos gusta pensar que existe la continuidad, aunque por si no fuera los dogmatismos nos ofrecen una manera de mirar que la asegura

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  2. Por supuesto que las máscaras performan, Mone! Seguramente son la performación en sí. O sea, y como todo es performación, detrás de las máscaras no hay nada. La máscara es la realidad. Aunque sí, probablemente necesitamos de dogmas y estereotipos como referencias. Más que nada para que las máscaras -o sea, nosotras y nosotros- sigamos siendo -o así lo creemos- reales.

    ;)

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Calambur citado en Toulmin, Stephen (1990), Cosmópolis. Els transfondo de la modernidad. Barcelona: Península. Pág. 207.

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