(En la puerta de la sede del Congreso. Palacio de la Madalena, Santander y lloviendo...)
|
Pues ya hemos vuelto de Santander. En el apartado de materiales tenéis las diapositivas de nuestra ponencia, "Terapias de tercera generación: una propuesta de apertura. Reflexiones epistemológicas y análisis de casos". Probablemente publicaremos un capítulo de libro con la ponencia desarrollada. Lo anunciaremos.
Hay que decir que el Congreso fue un auténtico éxito de asistencia y participación. La organización, impecable y los contenidos de las diferentes conferencias, ponencias y debates, interesantísimos.
(Buscando la sala en que impartimos la ponencia) |
El interés que nos despertaron las diferentes actividades no quiere decir que estemos de acuerdo con sus contenidos. O que los contenidos del Congreso estén de acuerdo con nosotras/os, vaya. Previamente intuíamos que las ideas socioconstruccionistas y generativas no serían demasiado bienvenidas en un Congreso en que se analizaban las terapias conductuales de tercera generación. O sea, las que intentan ir un poco más allá de las puramente cognitivo-conductuales. Nos metimos de lleno en "la boca del lobo", dicho sea con todo el cariño y respeto del mundo, eh? Pero bueno, nuestra intención era aprender y debatir con colegas que, en su mayoría, no comparten nuestras ideas o no las conocen.
(Josep Seguí proponiendo reflexiones alternativas) |
Recibimos, sin embargo bastantes muestras de apoyo e interés. Y vimos también con alegría que algunas personas -Sergio, por ejemplo- conocían el blog y otros espacios socioconstruccionistas en que participamos, como la Red de Trabajo para Diálogos Productivos o el Taos Institute. Las Terapias Conductuales de Tercera Generación están buscando la forma de atender más al "contexto" de la persona que consulta, huyendo un poco del individualismo característico de esta orientación. Sin embargo, y siempre en nuestra humilde opinión, les cuesta. Están, quizá, demasiado anclados no sólo en esa concepción individualista, sino también en aspectos relacionados con los criterios diagnósticos biomédicos -basados en el DSM, por ejemplo- y en técnicas terapéuticas posiblemente excesivamente prediseñadas. Todo ello constriñe las posibilidades de cambio que abren otras ideas que están apareciendo con fuerza desde hace algo más de diez años, desde luego no en el contexto español.
Es habitual que se sigan usando muestras estadísticas para hablar del éxito o fracaso de las intervenciones y se desprecien un poco los aspectos epistemológicos cuando en un congreso una de las cosas -no la única, seguro- que parece que se deberían hacer es eso; precisamente epistemología.
(La co-ponente, Sara Olivé, y asistentes al Simposio) |
La palabra "ciencia" se utiliza por doquier como justificación de determinadas actuaciones cuando a nivel mundial el propio concepto está más que puesto en duda ya desde hace años. Concretamente desde que en los sesenta del siglo pasado Thomas S. Khun (1962. México: Fondo de Cultura Económica) publicara "La estructura de las revoluciones científicas" en que analiza bien a fondo la dependencia que los paradigmas científicos tienen de la cultura. En nuestra opinión cada pueblo, cada cultura tiene su psicología. Imponer un criterio diagnóstico, técnico y terapéutico fundado en manuales médicos norteamericanos nos parece un algo peligroso en tanto en cuanto no se atiende a cómo es, precisamente, el envoltorio cotidiano procesual de las personas, sino más bien al "saber" científico del especialista. Saber que se genera en un contexto de justificación determinado que no es único e inamovible, sino cada día más cambiante y sorprendente. Fundamentar que lo importante es el "éxito" que tienen determinadas orientaciones terapéuticas no es fundamentar ya que según la OMS esos "éxitos" lo son con independencia de la técnica que se use. ¿Dónde está, entonces, el secreto del éxito? Dejo la pregunta en el aire...
En cualquier caso, como venimos argumentando desde hace tiempo, no nos parece relevante hablar de éxito o fracaso en terapia. Por un lado, nosotras/os no usamos esos términos porque partimos de que -excepto en casos claros con base biológica; y aún así habría muuuuuucho que debatir- no existe algo así como la "enfermedad" o el "trastorno" mental. Existen formas distintas de ver el mundo, de hacer las cosas; formas sobre las que, si son en algún sentido peligrosas para la persona o su entorno, habrá que trabajar colaborativa y generativamente. Así, si no hay enfermedad, no hay curación; ni éxito ni fracaso. Por otro lado, entendemos que el propio proceso de relación consultante-psicólogo ya es productivo en sí. Y la función del segundo es, si se nos permite, descubrir y potenciar esos procesos generativos, sorprendentes muchas veces y empoderantes.
Volviendo un poco a la epistemología no estaba contemplado en el guión de la ponencia y tampoco nos dió tiempo a comentarlo. Pero con la génesis de las terapias conductuales pasa algo muy curioso. Tras Watson y Skinner irrumpió en los años 30 de forma casi silenciosa un investigador relevante, George Herbert Mead. Su orientación se dio en llamar "conductismo social". Y, de repente, desaparece del mapa psicológico cuando se da la Segunda Revolución Cognitiva. Entonces se lo apropian un poco los sociólogos y se le considera el padre del Interaccionismo simbólico que, de alguna manera y junto a otras influencias, fundamenta un poco la aparición del Construccionismo social en los años 70. Nadie nombró (que sepamos) durante el Congreso a Mead -que sería una excelente fuente de inspiración para contextualizar socialmente a la persona- y se repiten por todos lados ideas como las Terapias de Aceptación y Compromiso, Mindfullness y otras que, por aparentemente novedosas, son rápidamente adoptadas. Curioso, cuanto menos...
(Mesa del debate sobre si recetar sí o no) |
Quizás una de las sesiones más interesantes fue la que tuvo que ver con si los psicólogos deben o no recetar. La opinión mayoritaria era que sí, con matices en muchas ocasiones. Nosotras/os argumentamos que no. Para eso ya están los psiquiatras. Y ahí nos quedamos porque tampoco se trataba de generar una discusión para la que no había tiempo ni -seguramente- lugar. ¿Por qué ese interés en recetar? Curioso... Y curioso también que uno de los componentes de la mesa, el Doctor Geoffrey M. Reed, psicólogo y Director de la Clasificación de los trastornos mentales y del comportamiento para el futuro CIE-11 de la OMS, fuera el único que se manifestó claramente en contra de que los psicólogos receten...
En fín, como digo, un congreso interesantísimo. Nada que ver en sus contenidos con el apasionante a que asistimos recientemente en México organizado por el Instituto Kanankil y el Taos Institute. Ni, seguro, con otros que ya estamos preparando las maletas para participar. Pero interesantísimo, sí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario