24 agosto 2008

Lo que no me gusta del verano...

¡Hola!

Disculpad por la foto. Pero de tanto en tanto nos tenemos que enfrentar a la "realidad", ¿no?

Y disculpad también porque mi entrada hoy sea un poco personal. Hoy no hay citas académicas ni fotos etnográficas. No hay epistemología ni metodología. Pero tenía ganas de hablar y lo hago. Por supuesto que la foto que encabeza estas palabras no la hice yo. Jamás he estado en una corrida de toros ni nada similar. Ni lo estaré.

No puedo dormir. Y llevo varios días dándole vueltas al coco (o sea a mi discurso; poca cosa) sobre algunas cuestiones que se pueden resumir en esta entrada.

Aquí en el mediterráneo es verano. Las y los que nos leeeis y participais desde el otro lado del otro mar (el atlántico) no sé muy bien qué tiempo tenéis, aunque ya voy informándome porque es bastante probable que en pocas semanas vaya por ahí.

Bueno, a lo que iba. "Lo que no me gusta del verano".

Ejem. Empecemos por lo que me gusta, va. Me gusta estar vivo, como en las otras estaciones del año. Me gusta mucho estar vivo. Vivir es lo mejor que nos puede pasar. Bueno, eso creo.

Me gustan los mosquitos. Mejor que no me piquen. Para eso uso mogollón de productos químicos. Pero me gustan. De hecho -como le decía a la hija preadolescente de un amigo hace unos años- ellos estaban aquí antes que nosotros. Lo malo fue que ella me contestó que sí, pero que ellos no habían pagado 40 millones de pelas -por decir algo, eh?- para estar aquí. Aquí, en nuestras cómodas casas de eskái. Uisssssssss

Me gusta que el día sea largo. Me gusta ir todo el día medio desnudo. Me gustan los olores cuando caen tormentas de verano como anoche. Pero es que también me gustan muchas cosas similares en el otoño, el invierno y la primavera, ché!!!

Vale, vamos a lo que no me gusta.

- El calor.

- El fútbol. Jooooooo. Ni siquiera en verano nos dejan tranquilos, tú! Pones la tele y.... aleeeeee futbol!!!

- Los juegos olímpicos. Vaya rolloooooooooo, eh? Qué sí, que ya sé que puedo apagar la tele y ya está. Pero es que es todo. La tele, la prensa, la gente por la calle...

- Los accidentes. He llorado mucho con el accidente de avión de Madrid. Y con todos los que hay en todo el mundo. Y, excepto por mi claustrofobia (bueno, y por lo que polucionan y consumen), no tengo nada en contra de los aviones como medio de transporte. Sé que son muy seguros. Todos los fines de semana lloro cuando me entero de los accidentes en carretera. Me sabe muy mal que en verano se multipliquen. Lloro todos los fines de semana del año. Pero en verano más.

- Las fiestas de los pueblos. Aquí tengo que abrir algunos subapartados. Y enseguida entenderéis lo de la foto.

En casi toda España es tradicional (y luego hablaré de mi idea sobre las tradiciones) hacer sufrir a los toros (vaquillas, bous) durante las fiestas de los pueblos, además de las corridas que creo que en latinoamérica son bastante tradicionales también. También se maltrata a otros animales. Cabras, patos... Sí. Se hacen auténticas bestialidades, a pesar de que muchas directrices de esta hipermoderna "Unión Europea" las prohíbe explícitamente.

No soy quien para juzjar a mis semejantes -las personas-. Y no las voy a condenar sin juicio previo. Pero tampoco soy quien para asesinar a otros semejantes -los toros u otros animales- como algunos de mis primeros semejantes hacen. Simplemente me muestro públicamente en contra de estas prácticas y espero que algún día la ley humana -la única que construye leyes- las prohíba. Lo espero firmemente. Apuesto por ello.

Pero hay más cosas que no me gustan de las fiestas de los pueblos. Que sean cíclicas (en una fecha fija), que sean en honor de un santo (o una virgen) y que sean una horterada monumental. La mayoría de ellas (por no decir todas) son de un hortera insoportable. Y por supuesto que no soy yo el más indicado para criticar estas cosas. Posiblemente el que firma estas palabras sea muy hortera. Pero lo soy en mi casa. No hago públicas mis tensiones privadas. Tensiones en cuanto a la ordinariez de rescatar y mantener determinadas tradiciones.

Las tradiciones están bien para los arqueólogos o los historiadores. También para los que nos gusta saber qué pasó en un momento determinado de la historia. Pero las tradiciones no se pueden mantener. Hay que destrozarlas, recomponerlas en un museo y que sean objeto de observación e interpretación. Nada más.

La tradición -las tradiciones- es un obstáculo para la evolución, si es que se me permite esta expresión. Las corridas de toros no tienen nada de cultura. Sí de tradición. OK. Dejemos ahí la tradición; rescatemos lo que de cultural tenga y aislemósla de la práctica cotidiana. Construyamos un museo de tradiciones -toros, bailes, paellas, iglesias, ritos ancestrales (que no lo son la mayor parte de las veces)- y aprendamos de ellos. Aprendamos lo bestias que fueron nuestros ancestros. No más bestias de lo que también somos nosotras/os en muchas cosas, eh?

La inquisición era tradicional. Pegar a las mujeres era una tradición. La ablación es una tradición. Matar animales haciéndoles sufrir en un ritual cruel -en una corrida de toros o cazando por puro placer- es una tradición. Repetir las fiestas de los pueblos sin aportar nada nuevo es una tradición.

Mmmmmmmm... mejor me voy a intentar dormir....

;-)

Josep

5 comentarios:

  1. Hola a todos, es cierta la idea de la tradición porque, aunque producto de la cultura dominante, alberga a veces, nociones prácticas que hacen la vida miserable a las personas. Esto puede ser un problema, sobre todo, con el concepto de crisis, lo cual hace que las personas sientan cosas como reales, aunque no las sean.
    En fin, una respuesta posible.
    También una nota de condolencia por la tragedia aérea, estos son asutos humanos que duelen...

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  2. Gracias Luis Felipe, por tus condolencias en cuanto a la tragedia que ocurrió a pocos kilómetros de donde vivimos la mayoria de los que habitamos esta península.

    Anoche, al hilo del post, alguien ;-)
    muy cercana/o me comentaba que las tradiciones están también insertas en nuestras pequeñas costumbres, en nuestras cotidianeidades. Y me hacía pensar en que son un instrumento estupendo para no pensar, para tener una guía de acción diaria que evite la reflexión y la crítica, para reproducir gilipolleces. Me gustó este comentario y estas ideas.

    Efectivamente, las tradiciones no hacen referencia sólo a grandes -más o menos- acontecimientos como las corridas de toros o las fiestas de los pueblos. También lo hacen a nuestras prácticas cotidianas. Prácticas, que como bien señalas, hacen muchas veces nuestras vidas miserables...

    ¡Un abrazo!!!

    Josep

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  3. Primero que todo, tampoco me gustan en lo absoluto las corridas de toros, y en lo personal, no soy capaz de matar cualquier animal, mosquito o lo que sea. Por supuesto, eso no quiere decir que condene al que haga lo contrario.

    Tengo una comprensión distinta de las tradiciones :) Por un lado, considero que también las tradiciones evolucionan. Aunque le demos el mismo nombre considero que también son afectadas por el devenir de los seres humanos.

    Por otro lado, considero que las tradiciones son sumamente útiles al cumplir el papel de narrativas de estabilidad, en el sentido del profesor Kenneth, dentro de la sociedad. Considero que Josep se refería a lo mismo al decir: "son un instrumento estupendo para no pensar, para tener una guía de acción diaria que evite la reflexión y la crítica, para reproducir gilipolleces". Las narrativas de estabilidad, son las que generan la sensación de consistencia en la misma vida. Sin ella, y las tradiciones como formas de estas narrativas, sería bastante difícil contar con una base sobre la cual construir lo innovador, lo diferente...

    Creo que por lo mismo, siempre tendremos tradiciones, por supuesto que no las mismas, pero algo que llamaremos tradiciones. Creo que llegamos a la discusión que menciona el profesor Kenneth en an -Invitation to Social Construction- sobre la eliminación de un discurso. Cualquier intento de desechar un discurso inevitablemente implica la construcción de un discurso alternativo. En este caso, es sumamente destacable mantener una mirada crítica frente a todo lo que hemos llamado tradiciones; sólo así las sociedades continuarán teniendo tradiciones.

    :)

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  4. Me ha encantado tu reflexión Gerardo!!!

    Efectivamente, nuevas tradiciones sustituyen a las antiguas sin solución de continuidad y sin que ello sea malo ni bueno. De momento es.

    En mi opinión la cuestión está en la palabra "gilipolleces" que reproduces de una reproducción de una conversación que mantuve hace poco con una persona con la que hablo mucho sobre estas cosas. En nuestras conversaciones utilizamos mucho el término "estereotipo" que, seguramente forma parte del de "tradición". Sigue siendo mi opinión que cuando abandonamos un estereotipo determinado nos aferramos a otro. La cuestión es cuál de ellos es más "gilipollas".

    Estoy de acuerdo en que es lógico ser crítico tanto con las tradiciones antiguas como con las nuevas. Totalmente de acuerdo.

    Lo que pasa es que los construccionistas -ni los relativistas extremos como este que escribe- no renunciamos a un cierto sentido moral de las cosas. O al menos ético. Gergen ya lo reconocía así en "El yo saturado". Al final la pregunta es "¿prefiero una tradición que acepte el maltrato de los animales o una que no?". Y con "preferir" me refiero a vivir más cómodo, más de acuerdo con emociones y sensaciones que en ciertas ocasiones me repugnan -las corridas de toros- y en otras simplemente me entristecen -las fiestas de los pueblos en verano-. Todo ello -repugnancia y tristeza- socialmente aprendido...

    Josep

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  5. Entonces estamos en la misma página Josep :)

    Me gustaría agregar que, en lo personal, me satisface mucho saber que las realidades son TAN múltiples, diversas y dinámicas que siempre existirán algunas con las que no estaré de acuerdo o que sencillamente no me agradarán... aún si no siempre serán las mismas, pues tampoco lo seré yo :)

    ¿Qué me dice(s)(n)?

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"What is Matter? Never Mind! What is Mind? No Matter!"

Calambur citado en Toulmin, Stephen (1990), Cosmópolis. Els transfondo de la modernidad. Barcelona: Península. Pág. 207.

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