14 agosto 2008

De los otros usos más "humanos" del lenguaje



De primera instancia cuando pensamos en el lenguaje lo asociamos a su uso instrumental, es decir, cómo el lenguaje nos facilita movernos en el mundo proveyéndonos de nombres para las cosas y haciendo posible la comunicación con nuestros semejantes. Sin embargo, existe otra dimensión del lenguaje, más “humana” si se quiere, y es que el lenguaje constituye la textura misma de nuestra subjetividad. Es con palabras que construimos nuestra realidad psíquica y nos acercamos a ella.

Para comprender esto debemos entender que una palabra es mucho más que una simple etiqueta que le ponemos a las cosas. Cada palabra nos viene dada cargada de significados, de sentidos que son compartidos por una comunidad de hablantes. En ellas están contenidos elementos tan subjetivos como gestos, posturas corporales, el sentido de quién la utiliza, el propósito con que es utilizada. Al aprender una palabra aprendemos todo esto aún sin darnos cuenta. Es por ello que decimos que aprender un lenguaje no se reduce a aprender los nombres de las cosas, es aprender una forma de vida. La palabra “amor” podrá significar cosas distintas dependiendo del contexto en que la aprendimos, de las distintas actitudes que la acompañaban. Si la madre le dice al niño “te amo” y lo abraza cada vez que éste presta sus juguetes a su hermanito, el niño entenderá que el amor significa compartir, no ser egoísta, etc. Luego, cuando reconozca en sí mismo una disposición a dar de lo suyo, a compartir con sus semejantes, lo entenderá como “amor” y dirá entonces que ama.

Es justamente por eso, porque las palabras están tan plenas de sentido que podemos reconocer a través de ellas nuestros estados internos y expresarlos. El uso que hacemos de las palabras nos permite así ir conformando nuestra propia interioridad. El lenguaje se constituye como el origen de nuestra conciencia. Nos convertimos en “sujetos” cuando somos capaces de “narrarnos” a nosotros mismos nuestras vivencias en base a un conjunto de significados. Las palabras que utilizo para expresarme y para expresarte a ti lo que siento van enriqueciendo mi vida psíquica. Me permiten darle nuevas formas de expresión a mis estados anímicos y sensaciones con lo cual las conozco mejor.

De allí que no es hasta que el niño aprende a hablar que podemos afirmar que tiene una vida psíquica, una conciencia de sí mismo. Cuando el niño es capaz de sustituir una sensación de dolor por la palabra “dolor” y dice “me duele”, es que podemos afirmar que ha aprendido la palabra “dolor” y lo que ésta representa en todo su contexto. El sólo hecho de haber elegido esa palabra y no otra se debe a que ha aprendido a reconocer en sí mismo el dolor y a distinguirlo por ejemplo de otras sensaciones que tiene. De esta manera comienza entonces a crear su mundo interior. A medida que crezca y vaya aprendiendo nuevas palabras, nuevos conceptos, será capaz de conocer con más precisión lo que siente. Se dirá a sí mismo por ejemplo que tiene un dolor tenue o agudo, hasta podrá expresarlo metafóricamente diciendo que su dolor es “enceguecedor”. El punto está en que sin las palabras apropiadas no hubiese podido siquiera sentir o percibir su dolor como “tenue” “agudo” o “enceguecedor”.

En el proceso entonces de ir adquiriendo nuevas palabras con las cuales darle expresión a lo que sentimos, de esa manera conocemos más acerca de nosotros mismos. A medida que vayamos ampliando nuestro vocabulario con conceptos cada vez más ricos, más complejos, en esa medida seremos capaces de expresar y reconocer en nosotros toda la gama y sutilezas de nuestros estados internos. El lenguaje funciona así como una luz que ilumina nuestra interioridad permitiéndonos captar y percibir sentimientos, sensaciones que no sabíamos siquiera que las teníamos. Porque no se trata sólo de la expresión de nuestros estados de ánimo sino más allá de ésto, la posibilidad misma de conocerlos.

Entendiendo el lenguaje como instrumento de conocimiento el uso que se haga de éste nos permitirá enriquecer y ampliar nuestra conciencia, no sólo a través de nuestro propio discurso sino también la manera en que escuchamos el discurso de otros; la manera en que nos apropiamos y hacemos nuestras las palabras que se nos ofrece. Tus palabras me tocan, a través de lo que me dices, la manera en que lo dices. Soy capaz de utilizar tu discurso para entenderme y rehacerme a mí misma.

Lo importante es estar abiertos a reconocernos en el discurso del otro, sea éste el género que sea. ¿Cuántas veces no nos hemos sentido inquietos y confundidos por estados de ánimo que no podemos articular ya que ni siquiera los entendemos nosotros mismos y entonces nos topamos con una frase en un poema, y nos quedamos tan sorprendidos porque refleja exactamente lo que sentimos?

Cuando leemos una novela, tocándola superficialmente, para distraernos – a modo quizás de huida de nosotros mismos –, estamos cerrando la puerta a lo que su lectura es capaz de hacer por nosotros. Si en cambio nos dejamos afectar por la forma y sutilezas de su lenguaje, apropiándonos de sus palabras, descubriendo nuevos modos de expresión que hacemos nuestros, de esta manera convertimos la obra en una vía de acceso a nuestra propia interioridad. Más aún, con ese nuevo bagaje adquirido comenzamos a captar en nosotros y en los demás, deseos, sensaciones antes no percibidas.

Y es que de esto se trata: de entender este otro uso más “humano” del lenguaje como la posibilidad que tenemos de acercarnos a nuestra realidad psíquica. De entender cómo las palabras que utilizamos pueden tocar las fibras más íntimas de nuestra subjetividad. Y así, a medida que nos vamos ejercitando en esta práctica del lenguaje y vayamos adquiriendo nuevas posibilidades de expresión, estaremos enriqueciendo cada vez más nuestra vida interior.

8 comentarios:

  1. Gracias Andres por tu comentario y gracias por la visita!

    mss

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  2. Hola otra vez Mss :)

    Me encantó la lectura de tu entrada, no se me ocurre describirlo de otra manera que como unos breves minutos montado en una montaña rusa =D ...
    constantemente entre coincidencias y desazones en mi propia relación con tus palabras digitalizadas.

    Personalmente, leerlo fue una experiencia muy provechosa al emplear tu misma recomendación en el ejercicio: procure dejarme afectar por la forma y sutilezas de su lenguaje, apropiándome de sus palabras, descubriendo nuevos modos de expresión que hago propias.

    gracias :)

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  3. Coincido plenamente con el comentario de Gerardo. A mí también me ha encantado tu entrada, Mss. Más clarito agua, vamos.

    Somos palabras en acción.

    Josep

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  4. Muchas gracias Gerardo y Josep por sus comentarios.

    De lo que se trata, en mi opinión, es de mostrar de que sin el lenguaje no podríamos ni siquiera conocer nuestros contenidos mentales, ideas, sensaciones, estados anímicos, sin nombres o conceptos para esas cosas no podríamos nunca reconocer y distinguir una sensación de otra. Construimos nuestra subjetividad con palabras.

    Me alegro que les gustó y aprecio sus comentarios. Seguiremos trabajando!

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  5. Mss, mira que en muchos casos, los que le apostamos al socioconstruccionismo tomamos de la forma más literal tu frase: "Construimos nuestra subjetividad con palabras."

    En ese sentido, socioconstruccionistas suelen apostarle a que los contenidos mentales, ideas, sensaciones, estados anímicos, son producto del lenguaje en uso; por supuesto, dentro de las relaciones.

    Desde nuestra propuesta, sin lenguaje y relaciones no podría existir cualquier subjetividad.

    ¿Cómo te parece tal apuesta Mss? :)

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  6. Ni cualquier "objetividad"...

    ;-)

    Josep

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  7. Estoy de acuerdo Gerardo. Construimos nuestra subjetividad con el lenguaje, y el lenguaje no es algo privado. Como decía Wittgenstein no tenemos un lenguaje privado, un diccionario particular interno para cada uno. Nos podemos entender unos a otros, como de hecho lo hacemos, porque el lenguaje es público, porque surge de una comunidad de hablantes, de relaciones, como dices. Esto significa que no somos sin el otro. Que para definirme yo necesito de un otro. Me veo como un "yo" porque existe un "tu". Traigo a mi interior el mundo a través del lenguaje. Al menos así lo entiendo.

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  8. Me encantó la manera como lo expresaste =D

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"What is Matter? Never Mind! What is Mind? No Matter!"

Calambur citado en Toulmin, Stephen (1990), Cosmópolis. Els transfondo de la modernidad. Barcelona: Península. Pág. 207.

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