12 enero 2008

Sobre familias... y parejas...


Hola!

Al hilo del último comentario de Marien (ahora te diré algo; me ha gustado mucho y estamos básicamente de acuerdo) me he acordado de un seminario en el que participé hace unos añitos (el 2002 o por ahí, más o menos; era verano, veranito...) junto a, entre otras personas, nuestra colega Sara Olivé sobre las emociones y en el que se trató el asunto de la "pareja". El curso lo dirigía mi amigo y maestro Joel Feliu. Me permito copiar aquí algunas de las reflexiones que me hice al final del mismo. Y también copio algunas imágenes que he encontrado por nuestra casa común, la world wide web. Y que me han gustado.

¡Buen finde y muchos recuerdos a los obispos españoles (seguro que no nos leen, pero es que yo soy muy educado...)!!!

Josep
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Parece que algo está cambiando, que estamos caminando hacia una desestructuración de la pareja concebida de forma monogámica y para toda la vida. Y así se manifiestan algunas personas con las que he dialogado, aunque sería interesante ver cuál sería su reacción si los "gustos, opiniones y aficiones" que hay que respetar en la pareja fueran, por ejemplo, acostarse una vez a la semana con el vecino o la vecina... y llegaríamos a interesantes reflexiones sobre la relación sexual en la pareja como instrumento de dominación, de "pertenencia" ("tú eres mío/a").

Pero si algo está cambiando no es sólo el constructo clásico de pareja, sino algo mucho más complejo e influyente en el resto de estructuras (macro y micro) sociales: el constructo del "yo". La individualidad desaparece, el "yo" se diluye en múltiples "yoes": "Pero ¿dónde se dibuja la línea divisoria? ¿Dónde empieza y acaba el yo y el no-yo? Como indica James esta línea es vaga y nebulosa. ¿Cómo se decide que un objeto o elemento es una parte del Self o no?" (Vicente Mosalve. "Análisis interpretativo de la psicología del self en la última década", 1.995. Tesis doctoral. Departamento de personalidad, evaluación y tratamientos psicológicos de la Facultad de Psicología de la Universidad de Valencia, 1.995, p.89). Y: "Las relaciones restringidas y parciales -vitales dentro de su ámbito circunscrito, pero moribundas más allá de él- se vuelven la norma". ("El yo saturado. Dilemas de identidad en el mundo contemporáneo". Kenneth J. Gergen. 1.991. Paidós. Barcelona, 1.997, p. 228).

La desaparición de la línea divisoria entre el "yo" y los múltiples "yoes" -generada por las tecnologías de la saturación social, en palabras de Gergen- nos está llevando a esa multiplicidad de relaciones restringidas y parciales, limitadas y moribundas, sin futuro en el tiempo ni en el espacio. La "norma" -en cualquier entorno social, también en el de pareja- ya no es monolítica y única, sino que lo es la mutidireccionalidad de actuaciones, construcciones, conductas, palabras ... que en muchas ocasiones mueren una vez formalizadas. Las necesidades básicas del ser humano -también la reproducción- ya no precisan de ser institucionalizadas, pero tampoco las sociales. Ahora ya no es necesario que el "grupo" social acepte y reconozca las aportaciones, habilidades y cosas por el estilo de un individuo, sino que el individuo precisa de aceptación y relación social en diferentes grupos según las diferentes tendencias de sus "yoes".

Considerando la pareja como un grupo social -que seguramente lo es- lo aportado en las últimas líneas nos lleva a vaticinar su total desestructuración, su desaparación según los cánones de la cultura oficial, la judeocristiana. La pareja ya no es necesaria para la reproducción física de la especie. Una sóla pareja ya no puede satisfacer las múltiples necesidades de un individuo. Ni el amor ni el sexo pueden ya suponer la base de una relación estable, monogámica e imperecedera. Tan sólo vínculos económicos o de cohabitación pueden sustentar esta microestructura social al modo como lo hacen con otras -empresas, grupos de trabajo, de estudio, etc.- que aparecen y desaparecen constantemente en un bullicio social que ya se está convirtiendo en canónico.

La norma social pronto dejará de ser estructurada de forma unidireccional -como aún lo es en la actualidad- para convertirse en efímera y multidireccionada en función de las necesidades físicas y sociales de los individuos. La enorme diversidad de opciones de vida social que la postmodernidad nos acerca -algunas ya están aquí- van a suponer un transtorno brutal en el discurso aparentemente equilibrado -romántico y moderno, todavía- que nos envuelve. Cuestiones como "Lo importante es respetar la libertad, gustos, opiniones y aficiones de la pareja", "...cuando se comparte alguna cosa, será más auténtica", "la evolución de las parejas en relación a nuestros padres", "el amor como relación fusional", "compartir algo, aunque no absolutamente todo"... citadas en el debate que hemos mantenido; o como "la pareja no debe ahogar la vida de nadie", "Ni se comparte absolutamente todo y tampoco se cuenta"... dejarán de tener sentido -coherencia discursiva- en breve.

Al tiempo.


3 comentarios:

  1. Pero además, Josep, creoq ue hay otro factor, que parece que se olvida, cuando hablamos de los cambios en la familia. En las sociedades, agrícolas ganaderas, en definitiva en contextos rurales (de hasta hace relativamente poco) la familia tenía un rol diferente al que apareció después de la revolución Industrial y la división del trabajo y la migración masiva a las ciudades. No sé si me explico, el entorno rural, favorecía la institucionalización de un modelo de familia. ¿no?

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  2. Sí, Marien. Este factor está ahí. Creo que los sociólogos no lo olvidan. Las sociedades rurales eran más cerradas. Pero no por una cuestión psicológica, sino puramente física, tecnológica. Eran sociedades cerradas. Su entorno era muy limitado. Si lo pensamos bien también la época industrial era muy cerrada. Todo porque físicamente había lo que había.

    Ahora, en las sociedades postindustriales, y postrurales todas y todos (bueno, los que económicamente podemos) tenemos acceso a multitud de oportunidades de relación, a un enorme arco iris de configuración de lo que antes llamábamos familia, pero también grupo, entorno, vecindad...

    Tú y yo jamás nos hubiéramos conocido en la época rural ni en la industrial. Ahora, aunque sea por aquí nos conocemos, hablamos, construimos nuestros mundos, aprendemos...

    ... y deconstruimos nuestros prejuicios o los de nuestros antepasados... por ejemplo la familia, por ejemplo la pareja...

    O no?

    Josep

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  3. Tal como yo lo veo hay otros dos factores, uno que funciona en contra de mantener el modelo de por vida.. y otro a favor de mantenerlo pero substituyendo al partenaire...
    El primero la renuncia o denuncia de la explotación de la tan manida predisposición al cuidado que se nos supone a las mujeres (creo que los genetistas andan buscandola en la patita que nos sobra del gen que nos diferencia...), la otra su señoria la hipoteca!!! o el alquiler de por vida, tal como está el mercado, aunque se estabilize, o vives en pareja de dos o de tres o no hay quien llegue a fin de mes si pretendes comer, y menos si además quieres hacer algo más que eso.
    Por otro lado quizás veo yo un cierto morro en no querer construir una familia nueva, me da que abusan un poquitillo de tener otra de nacimiento, y eluden renunciar a ella. Para que crear otra, que me aguanten mis padres!, y no hablo solo de lo económica sino de aquello que uno espera de la familia. Como lo veis?

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Calambur citado en Toulmin, Stephen (1990), Cosmópolis. Els transfondo de la modernidad. Barcelona: Península. Pág. 207.

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